Ada, la criada enviada de la Isla de Creta, carita lavada, divertida y muy dada con los niños, tiene las caderas anchas y cierta lentitud en su andar, debido a las várices que arden en sus piernas. A diario, en el ir y venir de su incansable actividad, ríe y recita los versos de Evita Sánchez, estrella de la poesía declamada.
Y allí acudía, cada mañana, dispuesta para la primera y más importante tarea que le dictara la terca tía Rita, adicta a impartir órdenes a todo el que se le cruzara en su camino y decidida a que fueran respetadas:
- querida Ada, me traes a la mesa la vajilla Triada, para el desayuno y, antes que nada, viertes en cada taza, la leche a punto de hervir. Personalmente iré a darte mi aprobación, como ya sabes –
Aquella vajilla, diría tía Rita, día tras día, cuando ya pasada la tarde, Ada le diera brillo y, vacía y blanca, volviera al armario, traía toda una historia en sus arcas y en su nombre. Acaso arrastraba en su raíl a través de los tiempos, un pasado rico y activo. No hay evidencias, pero, quien escuchara a la tía Rita cada tarde en su discurso, vería que una varita mágica la había alcanzado, al permitirle poseer una reliquia tan cara.
Eva y David, los pequeños diablillos de la casa, hijos del responsable de la vicaría, le habían tendido una emboscada a Ada esa mañana. Ávidos de aventura, en especial David, siempre cedían al impulso de crear intrigas y retar la paciencia de Ada.
Pensando en su travesura, esperaban a la orilla del camino el regreso de su padre que traía la cena: vieiras frescas y también cera para los pisos, que su mamá, la recia Vera (así le decían por su andar recto y recatado) había encargado.
Los dos sentaditos en un tronco, recordaban de horas anteriores, el trace minucioso de su travesura.
Escondidos en el patio trasero de la vicaría, bajo la imponente vid que le daba sombra, David le había dicho a su hermana:
- Ataré la vara con el cordel de la ropa que divide el patio -
- ¿No crees que la verá? Le preguntó Eva, un tanto renuente a este plan. Y mientras lo hacía, peinaba a la vaca, con un raído cepillo de cerda.
Pero las preocupaciones de su hermana, no evitaban que David se divierta y evada todo pensamiento árido acerca de su gran idea.
- ¡NO! - le contestó divertido - no la verá pues estará escondida detrás de la vieja cabeza del arce y al atar de esa manera el cordel, evitará que Ada la vea. Si lo hace, será luego de abrir ya la puerta. -
- ¿Cómo tarda Papá no crees David? – preguntó Eva, en un intento de alejar los dictados de su conciencia.
- ¡Vamos! - contestó David, pregonando una enorme sonrisa - tiene que cruzar la vía, atravesar el arroyo y recién en ese momento, aunque lo vieras, aún deberemos esperar que degolle el ave que comeremos en la cena. ¡Qué impaciente eres! -
La lluvia hizo que la mañana despuntara tardía y Ada, activa y madrugadora, siempre entre verso y verso, recogió las cartas del buzón, descolgó la ropa del tendal, dio de comer a las gallinas y finalmente, se dirigió al armario de la cocina.
En los minutos siguientes, todo sucedería como en una tira de cine mudo: Ada abre, mejor dicho, intenta abrir la puerta del armario; ésta cede ante el brusco movimiento: cae y en la caída participan también Ada y todo el arte de la vajilla Tríada. La primera, de espaldas al suelo y la segunda, hecha trizas veta por veta, sembrando el piso de minúsculas porciones de cerámica.
Y segundos más tarde, todo el pueblo escucharía asombrado, un grito desgarrador e interminable, sembrando ecos en todo el valle. Hasta el repartidor de diarios, cuya única tara es la sordera, temblaría del susto.
La furia de la terca tía Rita al ver su amada vajilla Triada, convertida en minúsculas partículas, fue tan grande y tan profunda que la inocente travesura, carente de toda ética, detuvo su corazón y condenó a la criada Ada, a una triste silla de ruedas.
Y entre el murmullo de los vecinos, muy claros trascendieron aquellos versos, de Evita Sánchez, que Ada recitaba absorta, día tras día:
Ríen y editan sus almas puras
El trace inocente de una aventura
Activa y rica su mente vira...
Adriana Lamela
Primeros pasos en Cuento
#safecreative
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